Open Banking: todo lo que las APIs pueden transformar

El Open Banking es la materialización más tangible de la transformación digital en los servicios financieros. Tecnología, cultura y procesos serán las claves para las entidades que apuesten a la innovación.

El Open Banking es la materialización más tangible de la transformación digital en los servicios financieros. No sólo por sus implicancias tecnológicas, sino porque promete ser un agente de cambio en las formas de operar, en los modelos de negocios y en la relación entre las entidades, impulsando el desarrollo de un ecosistema cada vez más integrado, interactivo y colaborativo.

En este nuevo escenario, las APIs han pasado a ser protagonistas. Las interfaces de programación de aplicaciones (APIs, por sus siglas en inglés) permiten a los programas de software intercambiar datos de manera estandarizada. Es decir, comunicarse de una forma eficaz y rápida. Así los desarrolladores pueden crear nuevas y mejores aplicaciones integrando datos y  procesos de negocios tanto propios como de terceros, y los usuarios reciben un servicio mejor y más completo.

Con la implementación de un protocolo de comunicación entre distintas entidades, los cambios esperados no son menores. En primer lugar, se rompe el tradicional monopolio de una organización sobre los datos del cliente. Este último se convierte en el verdadero propietario de su información, pudiendo elegir compartirla o no. 

En segundo lugar, las APIs permiten automatizar consultas de información, pagos, cobros, conciliaciones, entre otros procesos. De este modo, aceleran la operatoria y reducen los riesgos asociados con las tareas manuales.

En tercer lugar, potencian el surgimiento de nuevos negocios – medios de pago alternativos, préstamos P2P, plataformas de crowfunding –  e impulsan innovaciones como el famoso blockchain y la tokenización. De este modo, se espera que la digitalización contribuya a configurar un ecosistema en el que prime la colaboración entre compañías, y no la competencia.

Sin embargo, los entes reguladores latinoamericanos aún están dando los primeros pasos. Con una regulación incipiente en México y Brasil y nula en otras geografías, la apuesta por el Open Banking es una decisión estratégica de cada organización (y no una imposición normativa).

Aquellas empresas que se suben al tren de la banca abierta están frente a una gran oportunidad: la de ser pioneras. Como vimos, la utilización de APIs conduce hacia la diversificación de productos y clientes y facilita la masificación de los servicios financieros. Las entidades podrán aumentar notablemente la distribución de productos propios, contando con terceros que los comercialicen y/o ampliar la oferta propia con productos desarrollados por otras entidades.

Pero antes de concretar esas promesas, deben enfrentar ciertos desafíos: transformar sus procesos y sus formas de trabajo, identificar nuevos modelos de negocios y garantizar la seguridad de las APIs y de los datos de sus usuarios.

Es que el Open Banking no se trata sólo de implementar tecnología. Las entidades más tradicionales, acostumbradas a procesos con un bajo nivel de automatización, tendrán que desarrollar un nuevo modelo operativo más abierto y ágil, así como nuevos conjuntos de capacidades.

Los perfiles de los colaboradores también deben transformarse: ya no basta con contratar expertos en finanzas. Aparecen figuras como la de diseñador de producto, diseñador de experiencia, ingeniero de procesos digitales e, incluso, el Responsable de Apertura de Datos, que se encarga de determinar el rol de cada API y su nivel de apertura en cada servicio.

Por otro lado, según afirma Deloitte en el informe ‘La banca del futuro’, las entidades podrán constituir redes de terceros – proveedores calificados que den respuesta a las nuevas y específicas necesidades tecnológicas, bajo modelos BaaS.

En cuanto a los modelos de negocios, cada organización deberá optar por ser productor de servicios y tercerizar su distribución, o viceversa: ofrecer servicios de terceros para ampliar la cartera. También estarán aquellos que elijan posicionarse en una ruta intermedia, actuando como distribuidores y productores. 

En cualquier caso, deberán establecer cómo será la distribución de responsabilidades y ganancias entre cada entidad y terceras partes. La exposición al fraude, la responsabilidad legal y la sostenibilidad financiera del modelo también forman parte de los desafíos.

Por último, la seguridad no es un tema menor. El desarrollo de modelos y herramientas que garanticen la inviolabilidad de las operaciones y la seguridad de los datos del usuario en el marco de la apertura a terceros es una condición necesaria para el Open Banking. Para crear un entorno seguro, las APIs deben contar con administradores, puertas de enlaces, proveedores de identidad y protocolos de autenticación. Además, los proveedores involucrados en materia de seguridad, deben seguir el día a día de las normativas de cada país, dado que la incipiente regulación es dinámica.

En un ecosistema que potencia la colaboración, las entidades «cerradas» perderán competitividad, quedándose fuera de nuevas oportunidades de negocios. Mientras tanto, aquellas que superen los desafíos que hoy supone la apertura, gozarán no sólo de los beneficios del Open Banking, sino también de los frutos de los procesos de transformación en sus formas de trabajo y sus modelos de negocios.

En un ecosistema colaborativo, las alianzas son clave. Ya no basta con los recursos internos. Contar con una red de terceros que faciliten el acceso a tecnología, procesos y conocimiento será fundamental para las entidades que quieran dar respuestas rápidas y especializadas a las necesidades de sus clientes.

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