Existen desde hace casi una década, pero el auge de las billeteras virtuales en Latinoamérica recién está comenzando. A los avances observados durante el bienio 2018-2019, se les suman las grandes proyecciones del 2020. ¿Cuáles son las claves de este boom? ¿Qué desafíos deben afrontar para alcanzar una exitosa consolidación?
El afianzamiento del sector fintech, que demostró su capacidad de expansión y su agilidad para obtener inversiones, se ve acompañado por la apuesta de bancos tradicionales – tanto del sector público como del privado – que también apuntan a las ewallets. Ya desde el año pasado estas aplicaciones, caracterizadas por la sencillez de la apertura de cuenta y la usabilidad de sus interfaces, se presentaban como la respuesta a la sub-bancarización que sufren los países de la región. Pero sin dudas, la reciente pandemia ocasionada por el COVID-19 resultó ser el elemento determinante en la ecuación.
La necesidad de mantener el aislamiento social acentúa la importancia de los medios digitales para sobrellevar la situación y resalta la brecha existente entre las personas que tienen acceso a medios de pago virtuales y las que no. Frente a este panorama, la billetera virtual se presenta como la herramienta que puede disminuir la circulación de efectivo y las largas esperas en los bancos, mientras dota a la población de una alternativa para abonar servicios, cancelar deudas y recibir pagos o ayudas estatales sin moverse de sus casas.
En este sentido, Argentina va a la cabeza. Mientras en Brasil y México triunfan las distintas modalidades de elending, en el país del sur las billeteras gozan de gran aceptación. Actualmente, se estima que hay más de cuatro millones de usuarios activos y se espera que la cifra alcance los quince millones hacia fin de año.
Si bien estos números llaman la atención, la proliferación de billeteras virtuales es un fenómeno común a toda la región, en donde se evidencia la apuesta de distintos actores por esta solución. Algunas ewallets pertenecen a entidades bancarias, que buscan ampliar sus canales digitales. En Argentina, la billetera Pim (del Banco Nación) ya supera el millón de usuarios, mientras que en Colombia se destaca Davipay, del famoso Banco Davivienda. Otras empresas que ya ofrecían sus servicios como procesadores de pagos, como la Red Link o TodoPago, han desarrollado sus propias aplicaciones. Mientras que el origen de compañías fintech como Ualá o Moni, está estrictamente ligado al producto en cuestión. Incluso, muchas cadenas minoristas (con tiendas físicas u online) están proporcionando billeteras móviles a sus clientes como una forma de fidelizar y acceder a los sectores no bancarizados.
Las propuestas también difieren entre sí, dado que cada billetera adhiere sus propios condimentos. Cajas de ahorro remuneradas, los famosos pagos con códigos QR, la posibilidad de comprar y vender moneda extranjera, la oferta de tarjetas prepagas o líneas de crédito son algunos de los más populares. Esto evidencia los múltiples modelos de negocios que una ewallet puede soportar y los esfuerzos de las distintas entidades por monetizar el servicio y aumentar la rentabilidad.
Este aumento depende en gran medida de la adopción por parte de comercios y consumidores, dado que – como el mantenimiento de cuenta suele ser gratuito y las comisiones, bajas – es necesario que un gran número de personas utilice las billeteras para aumentar las ganancias, conocer a los usuarios y ofrecerles nuevas propuestas adaptadas a sus hábitos de consumo. Como hemos visto, el contexto parece favorecer a las billeteras en este sentido.
Pero aún quedan desafíos por afrontar: la interoperabilidad y la evolución hacia super-apps. El primer concepto alude a la posibilidad de realizar pagos entre billeteras de distintas entidades. El código QR se presenta como la solución más evidente en este sentido. En cuanto al segundo punto, se espera que, en un futuro, las ewallets se integren a redes sociales para permitir compras y pagos ágiles, dentro de una misma plataforma (como WhatsApp o Facebook).
En este marco, las entidades que lancen o mantengan sus billeteras en el mercado deberán prestar especial atención al componente tecnológico. No sólo deben ser capaces de procesas altos volúmenes de transacciones, sino también de integrarse a otras plataformas, para adaptarse al contexto y ser capaces de adaptar sus modelos a un ecosistema financiero cambiante.
En conclusión, las billeteras electrónicas no son un fenómeno nuevo. Sin embargo, en países con poca infraestructura de banca digital, representan una forma fácil e integrada de realizar pagos en línea, incluso para aquellos sin una cuenta bancaria. América Latina es un terreno fértil: la combinación de alta penetración móvil y apertura a nuevos métodos de pago convierte a sus habitantes en usuarios ideales de billetera móvil. El desafío, ahora, es crear modelos de negocios sostenibles, con tecnología que les permita escalar sus servicios.